Texto y fotos: Carles Gel
Realizar una travesía polar en el Ártico requiere una minuciosa y trabajada planificación,
además de un estado físico y psíquico óptimos, pues la dureza que acostumbran a tener los
recorridos acompañados por un frío extremo, así lo aconsejan. Esta es la historia de dos
catalanes que recorrieron uno de los rincones más inhóspitos y remotos de la Lapónia sueca.
Pako Sànchez y yo llegamos una fría noche de principios de marzo a Kiruna,
una pequeña ciudad que es la capital de la Lapónia sueca. Nada más llegar
al aeropuerto nos encontramos con una temperatura que alcanzaba los -20ºc.
Nuestra intención era realizar una travesía que, desde Kiruna, recorriera el
río Toneälven, y a continuación adentrarnos e intentar cruzar el gigantesco
lago Torneträsk, que dicho de otra manera, nos suponía realizar cerca de140 km
de travesía sobre agua congelada, acompañados por temperaturas que alcanzarían los -40ºc.
Como venia siendo habitual en mi, la expedición tenía que ser pequeña y estar
formada por tan sólo dos personas. De esta manera nos moveríamos ágil y rápidamente
y sobretodo, de manera autónoma y sin asistencia. Para poder desplazarnos utilizaríamos
unos esquís y fijaciones especiales y arrastraríamos nuestras respectivas pulkas (trineos).
Tanto en expediciones alpinas como en travesías polares, había adoptado esta manera de medirme
con la naturaleza: siempre ligeros y sin asistencia, intentado aportar alguna cosa nueva en cada
travesía u ascensión realizada. Esto me motivaba muchísimo, pues me permitía un contacto más directo
e íntimo con la montaña y el hielo. Además: ¿porqué cambiar tan bien me había ido hasta entonces?.
Durante la primavera de 2002 junto a mi gran amigo José Mijares cruzamos Groenlandia de oeste a este
a través del inlandsis (700km); mientras que en invierno de 2003, juntos volvimos al Ártico para cruzar la
Lapónia finlandesa por el lago Inari de sur a norte (243 km). Mi última gran travesía la realicé sobre el mar
Báltico Norte en marzo de 2004, cruzando en solitario de oeste a noreste, uniendo las costas sueca y finlandesa por
el Golfo de Bótnia (100 km).
Estas travesías y varias expediciones a los glaciares de Alaska me había dado
suficiente experiencia, como para ponerme a soñar en objetivos más ambiciosos y extremos,
como por ejemplo el Polo Norte Geográfico, el Estrecho de Bering, Groenlandia de sur a norte y
el Polo Sur.
Pako y yo sabíamos que en Suecia nos enfrentaríamos a temperaturas extremadamente bajas y lo
que es peor: al fino grosor del hielo en algunos lugares de la travesía.
Una mañana del mes de marzo nos adentramos en el río Torneälven, uno de los más largos de Suecia.
Para mi amigo Pako Sànchez -que había escalado y ascendido montañas de medio mundo- aquello era una novedad,
pues era la primera vez que intentaba una travesía polar.
Habíamos previsto alcanzar el extremo norte del lago Torneträsk en cinco días. Nos dirigimos en sentido
noroeste, a través del río congelado que, a priori, no comportaba dificultad alguna. Pero bien pronto
nos topamos con canales abiertos por dónde circulaba el agua a gran velocidad. Tuvimos que extremar las precauciones!.
La primera noche fue fría y el termómetro alcanzó los -25ºc. Sin duda alguna lo más duro de una
travesía es montar el campamento, ponerse a cocinar y sobretodo, salir del saco a primera hora
de la mañana y ponernos a recoger el campamento, pues es entonces cuando la temperatura es más baja.
Menos mal que cuando uno se pone a caminar se olvida de todo lo malo…
La segunda jornada avanzamos unos 25 km y nos topamos con nuevos canales abiertos, sobretodo
en los pasajes dónde el río era más estrecho. Tuvimos que meternos dentro del bosque,
siguiendo los itinerarios de las motos de nieve. Fue extremadamente duro, pues la nieve blanda
dificultaba en exceso nuestro avance. Además, el terreno hacia continuas subidas y bajadas.
Recuerdo la segunda noche como muy fría, pues la temperatura en el interior de la tienda alcanzó los -33ºc,
que acompañados por el poco espacio habitable en el interior, consiguió que aquello se volviera bastante insoportable.
Cuando se hizo de día ninguno de los dos se movía. Fue muy duro salir del saco y ponerse en movimiento,
pero cuando nos pusimos a caminar nos olvidamos de la mala noche.
La tercera etapa fue especialmente bonita, pues recorriendo los últimos
kilómetros del río Torneälven, empezamos a ver en el horizonte grandes montañas fronterizas con Noruega,
nuestro destino. Nos topamos con nuevos canales de agua abierta, y finalmente -a través de un lugar precioso-
alcanzamos el lago Torneträsk, gigantesco y bello como ninguno, quizá tan sólo comparable -debido a sus
dimensiones gigantes y belleza del lugar- al lago Inari, en la vecina Finlandia. ¡Por fin nos adentrábamos
en éste lugar tan bello como soñado!.
La tercera noche la pasamos en una confortable y caliente cabaña de madera situada en un pequeño poblado lapón,
a orillas del lago. Esa noche no nos enteramos del frío.
El buen tiempo que nos había estado acompañando hasta entonces se truncó la cuarta jornada, pues amaneció un día triste y
desapacible. El cielo estaba totalmente cubierto por unas nubes de color gris amenazador. No nos dejamos vencer, y nuestro
deseo de continuar atravesando el gigantesco Torneträsk era mayor que el mal tiempo.
Nos levantamos muy pronto, y antes de las ocho y media de la mañana nos adentramos en el lago. La nieve que había
sobre el hielo estaba en unas condiciones excelentes, por lo que en poco más de 3 horas avanzamos 11 km,
trazando una línea bellísima por el mismo centro del lago. A medida que fuimos avanzando la calidad de la nieve
y el hielo fueron mejorando aún más. Ese día queríamos lograr hacer por lo menos 30 km, y dormir cerca de Abisko,
localidad dónde teníamos pensado terminar la travesía.
Realizando una larga travesía transversal dónde encontramos numerosos canales y grietas abiertas en el hielo,
que cruzamos sin excesivas dificultades, aunque extremando la seguridad, pasamos frente al pueblo de Torneträsk.
Al poco rato comenzó a nevar, mientras que un viento glacial proviniente de Noruega nos empezó a sacudir entorpeciendo
nuestra marcha. A pesar de todo el trayecto realizado era espectacular, y en pocas horas logramos recorrer cerca de 27 km.
Justo cuando empezaba a anochecer y cuando llevábamos casi 30 km, alcanzamos una pequeña cabaña de madera
situada en la orilla del lago. Nos encontrábamos muy cansados y los últimos metros habían sido extremadamente
duros y lentos. A pesar de todo, cuando nos metimos en el interior del refugio y empezamos a cocinar, nos olvidamos
de las penurias sufridas.
Lo que verdaderamente nos preocupaba era el mal tiempo, pues éste había ido empeorando paulatinamente, y soplaba
un viento terrible. ¿Qué hacer?. ¿Continuar en estas condiciones o dar por terminada la travesía en éste punto?.
Continuó nevando a lo largo de toda la noche, y la mañana siguiente el tiempo era muy malo: una niebla muy densa
cubría el lago. A pesar de todo el paisaje era fascinante. Tampoco estabamos tan lejos de Abisko, incluso podíamos
saltarnos un trozo de lago y continuar avanzando justo por al lado de la carretera. Quizá llegaríamos en 3 o 4 horas.
Podíamos llegar, pero no nos motivaba hacerlo de cualquier manera. Por eso optamos por dar por concluida la travesía
en éste lugar, y nos dirigimos en dirección a la carretera. Hacia el medio día nos encontrábamos de nuevo en Kiruna.
Poníamos fin a esta bella travesía, y en nuestro horizonte más próximo nos planteábamos nuevos retos,
quizá en Escandinavia, a lo mejor en Canadá o Rusia, y porqué no el Polo Norte Geográfico.
Tenemos que continuar soñando, alimentando nuevos retos que convertir en realidad, quizá para continuar viviendo de
la forma que más nos gusta.
Travesía realizada a principios de marzo de 2005 por los catalanes Pako Sànchez y Carles Gel (1ª travesía catalana y 1ª estatal).
Quiero agradecer el patrocinio y soporte de:
Eduard Juanola.
Diputació de Girona
Consell Comarcal del Ripollès
Ajuntament de Vilassar de Mar
Calzados Bestard de Mallorca y a Toni Bestard
Hotel Els Caçadors de Ribes de Freser y a Toni Pau
Bar-Brasseria L'Estació de Toses y a Lluís Subirana
Flash Fotografia de Ripoll y a Josep Gili
Grifone y a Martí Batalla
Bollé
Bula
Ultropic y a Manel Rahola
Alpesport d'Andorra y a José-Carlos y Javier Sanz
Gallina Blanca y a Neus Cotonat
Lorpen y a Imanol Muñoz
Racer y a Jordi Berini
Viper y a Ferran García
Leki
Eska
Sigg
Coll-Tex
Eureka !
Viajes Bellmar de Donosti y a Cristina Cámara
Gracias por acompañarme en esta y otras muchas aventuras que soñamos juntos…
Ribes de Freser, julio de 2005.