El refugio de Vega del Conde está situado junto al embalse del mismo nombre, en el alto valle del Tera, que se abre entre las sierras Segundera y Cabrera, en la zona de Sanabria. Se trata de un edificio que ha cedido Endesa, que explota dicho embalse, para uso como refugio por montañeros, pescadores, etc... De hecho, el resto de edificaciones de la época de construcción de la presa fueron desmanteladas (¡como debe ser!). Es un edificio de obra, con puertas y ventanas dobles, en buen estado y que alguien se encarga de mantener (no sé quién pero había pequeñas reparaciones recientes).

La estructura interior es un tanto peculiar, con mucha habitación pequeña. Había dos habitáculos con bastidor de madera y colchones (dormitorios) donde cabrían dos personas en cada (tres muy bien avenidas). Además, había unos cuantos colchones apilados, que podrían extenderse en los "comedores": dos salas con bancos corridos y mesa, una de ellas además con estufa y estanterías. La única pega en este aspecto es que el estado de higiene de los colchones no me daba confianza. Aunque puse 8 plazas para dormir, apretándose bien pueden entrar 12 ó 15 personas, creo.

Hay leña de arbusto en las inmediaciones y está al borde del Tera, con lo que el agua no falta.

Para llegar, la ruta más corta es desde la Laguna de los Peces, de donde se llega en cosa de 1:15 horas por el Collado de la Ventosa. Para detalles de esta aproximación, consultar mi ascensión al Moncalvo en enero de 2006. También se puede llegar desde Ribadelago, por la garganta del Tera, o desde Porto, por una pista que faldea la sierra por el sur. Son itinerarios más largos salvo que se disponga de un todoterreno y la autorización pertinente ya que entonces se puede llegar al mismo refugio en vehículo desde Porto.

Como actividades más atractivas desde este refugio, se tienen las ascensiones al Moncalvo y Peña Trevinca desde el valle del Tera.

Detalle final: pese a los desconchones que se ven en la foto, el refugio estaba razonablemente limpio, con sus cristales incólumes en las ventanas y la gente había ido dejando latas y bolsas de comida sin abrir, leña apilada, una escoba artesanal... En fin, que hay que felicitar a los que patean el monte por aquí, por su civismo, que ya podía ser igual en otros sitios.