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Senderismo Las Bellostas - Bagüeste - Letosa por klaus -- 02/11/2017
Jornada: (Una) --
(3189 visitas)
  • Zonas: ,
  • Duración sin descansos: 05:30
  • Meteorología: Sol
  • Dificultad: Muy facil
  • Días: 1
  • Num. Personas: 1
  • Tipo: Senderismo
  • Desnivel de subida: 550 metros
  • Desnivel de bajada: 550 metros
  • Distancia: 18000.0 metros
  • Agua:
  • Observaciones:
  • Gps: Sin fichero GPS


Las Bellostas - Bagüeste - Letosa  
Croquis Sui Generis
Croquis Sui Generis
Excursión para conocer uno de los territorios mas castigados por la emigración rural de la provincia oscense, en la comarca del Sobrarbe y dentro del parque natural de la sierra y los cañones de Guara. Es una ruta casi circular con salida en la aldea de Las Bellostas, que todavía aloja a unos cuantos vecinos a diferencia del resto de pueblos deshabitados que se incluyen en el recorrido propuesto. De Bagüeste, Letosa, y San Hipólito, sólo quedan los esqueletos de ruinas invadidas de matorral y frecuentados por el ganado que se refugia dentro de las casas espaldadas. Abandono y desolación a raudales en un ambiente poco atractivo para quienes buscan la emoción y fogosidad de los barrancos y las ascensiones del entorno; el trayecto discurre mucho rato por pistas que pueden ser aburridas de andar, y el aliciente de visitar ruinas y quejigos tal vez no satisfaga a todos. Esto es la otra Guara, la del silencio y las soledades; una Guara para los muy cafeteros.

DATOS TÉCNICOS:
-inicio, Las Bellostas a 1120 metros de altitud.
-duración, en torno a las 5:30h en total.
-desnivel, 550 metros e subidas y bajadas.
-longitud, sobre los 18Km.

DESCRIPCIÓN:
a las Bellostas cuesta llegar por una serie de carreteras estrechas pero en general de buen firme, ya sea viendo desde el norte a través del puerto del Serrablo, o accediendo por el sur en un viaje largo repleto de curvas, pequeños pueblos, y gratos paisajes. A la entrada de la aldea hay instalada una señal de parquin, justo al lado de la iglesia de San Ramón Nonato, de origen románico y elevada sobre un altozano que domina el pueblo. Dentro, en su cabecera, guarda restos murales de un pantocrator, y supongo que bastará con pedir las llaves a algún vecino para visitar la nave. Cerca también veremos un panel de información sobre una ruta circular hacia Bagüeste, de cuyo recorrido vamos a realizar sólo una parte y dejaremos la ruta completa para hacer en ocasión venidera.

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En la primera mitad de la excursión vamos a seguir el trazado del GR-1, el sendero histórico que une Ampurias con Finisterre y balizado con pinturas de color rojo y blanco. No faltan estas señales desde el arranque por dentro del pueblo, con sus casas desperdigadas por una meseta de espuenas y campos que ocupa una superficie mayor de la esperada. Se ven bordas de uso agrícola o ganadero, viviendas restauradas para uso vacacional, y las casas ocupadas por los vecinos residentes, en una mezcla abigarrada de materiales en fachadas y tejados. Un ambiente sosegado y pacífico para saborear las mieles de lo rural, si no tienes que sacar el rebaño a pastar o el tractor a labrar.

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Acaso saludando a algún bellostero(?), tras ser informado éste de nuestra presencia por el concierto de ladridos que los canes del lugar nos brindan a modo de bienvenida, el camino abandona el pueblo flanqueado de tapiales, en una subida recta y breve que nos deja en lo alto de un cerro con paisaje abierto al Cañón del Balcés. Los acantilados de Santa Marina y el largo cordal de la sierra de Guara sobresalen por encima de los barrancos en el horizonte.

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Las excursiones en Guara no consisten en la tradicional subida a la ida y posterior descenso en la vuelta, la orografía quebrada del terreno, surcada por numerosos barrancos, obliga a realizar una sucesión de toboganes en ascenso y bajada de ejercicio constante que incrementa el desnivel de las andaduras por el interior del parque natural. Y este recorrido cumple con la regla, pues ahora viene un descenso pronunciado, que a la vuelta se convertirá en repecho a fin de llegar a la orilla del río Balcés. Unos 150 metros de pérdida de cota por un camino señalizado con mojones y pinturas, cruzando una pista a mitad de la bajada.

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De momento se agradece este arranque de excursión liviano y en bajada para estirar las piernas sin sudores; otro gallo cantará al volver por la tarde con el calor. Hoy el río Balcés lleva un caudal aceptable a pesar de la falta de lluvias, siendo necesario vadear su lecho saltando de piedra en piedra ante la ausencia de puente o pasadera. En condiciones normales no habrá mayor problema para cambiar de orilla, pero tras crecidas o en primavera el cruce puede conllevar chapoteos o tomar la medida de descalzarse. En el caso extremo de que la corriente fuera torrencial o muy difícil de vadear, saber que aguas arriba hay un puente del que nos separan unos doscientos metros si vamos por la orilla, entre el matorral.

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Nada mas cruzar el barranco vienen las cuestas que nos llevarán hasta el despoblado de Bagüeste. Un sendero bien marcado por las pinturas del GR-1, con tramos de matorral bajo y otros mas breves por dentro del pinar. Tras el primer repecho se cruzará un afluente del Balcés, con la oportunidad de asomarse a unos salientes rocosos que dan vista a una borda cercana y a una hilera de chopos.

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La senda atraviesa un terreno invadido por el matorral de boj y erizones que gusta de colonizar los suelos de Guara, haciendo imposible andar por semejante espesura si no fuera por los caminos abiertos y mantenidos cada x tiempo. Al clarear el bosque se abre el paisaje al norte, hacia el macizo de Monte Perdido y a la cúspide del monte Nabaín, hoy difuminados por la telaraña de nubes altas. En esta parte del recorrido sorprendí a las primeras reses de las muchas que aparecieron durante el resto de la excursión, un rebaño numeroso que contrastó con la poca gente a la que tuve ocasión de saludar, tan sólo a dos forestales montados en un todoterreno.

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Al enlazar con la pista asoma justo delante el cerro donde se asienta la ermita de San Miguel, en estado ruinoso pero de visita interesante por las pinturas que guarda en su interior, además del paisaje a contemplar entre el matorral que envuelve el templo.

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La pista conduce en poco rato a una pradera amplia en la que se dividen los caminos a Santa Marina y a los pozos de hielo de Bagüeste, y el nuestro que marcha al cercano pueblo como señalizan unos postes indicadores.

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Antes de hacer la entrada en Bagüeste, ni triunfal ni en loor de multitudes, una señal marca el desvío que lleva a la senda de los quejigos, en media hora según reza el cartel. Este camino supone una alternativa para atajar el largo rodeo previsto hacia Letosa y San Hipólito, yendo directo al circuito de los quejigos centenarios que constituye uno de los mayores atractivos de la ruta. Como el plan original es dar toda la vuelta nos metemos dentro del pueblo.

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Las casas de Bagüeste se asientan sobre la falda de un cerro en el que se alza la iglesia de San Salvador, templo de origen románico y con apariencia de ser una estupenda torre vigía dado el amplio terreno que domina sobre los contornos. El camino de pinturas del GR atraviesa las fachadas en ruina, las calles repletas de cascotes, y pasa entre las pocas bordas que aguantan con su techumbre o parte de la misma intacta y sirven ahora de muladar para el ganado.

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El acceso libre al interior de la iglesia, sin que medie puerta u obstáculo alguno, agrava el deterioro y suciedad de la nave pues las vacas y otros animales no hacen ascos ni guardan el decoro exigido al introducirse en el edificio. Una dejadez y falta de cuidados que augura olvido en forma de derrumbe, perdiéndose detalles curiosos como un canecillo decorado con la cabeza de un toro, o la aspillera interior del ábside con su vano esculpido de ángeles.

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Lo que no cambiará por los estragos del tiempo, salvo terremoto o cataclismo, es el panorama circular de horizontes lejanos a admirar desde el altozano de la iglesia, con el conjunto de aldeas desperdigadas por el entorno, sea el caso de Letosa o San Hipólito, y accidentes del terreno como los escarpes levantados sobre el barranco de Mascún que atraviesan las fajas de Raisén.

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El pórtico de la iglesia y las campas aledañas invitan a hacer una parada, a echar un bocado oteando el paisaje, a sacar el mapa para ver qué espera en adelante, antes de retomar el trazado del GR-1 que desciende raudo hasta la bifurcación de pistas. Allí se levanta un poste indicador que marca la posibilidad de regresar a Las Bellostas por el camino de las pasaderas, o seguir la dirección adecuada a nuestros intereses, hacia Letosa en cuarenta minutos bien ponderados.

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A partir de este momento y hasta regresar a la vera del río Balcés vamos a ir por traza ancha de pista, lo que permite llevar una marcha mas rápida aunque a la larga se vuelva una andadura demasiado monótona. Tampoco ayuda a entretener el trayecto la plaga de procesionaria que invade los pinares del entorno, la mayoría de repoblación y con algunos ejemplares a tan afectados, ya sean jóvenes o adultos, que muestran sus acículas por completo secas y marrones. Un aspecto feo y desagradable del bosque que se mantendrá o irá a peor si el invierno sigue tan benigno como en los últimos años.

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Desde la salida en Bagüeste todo es un bajar hasta alcanzar las casas de Letosa. La pista cruzará un joven y humilde río Mascún que en nada presagia el tajo descomunal que abrirá escasos kilómetros aguas abajo, en uno de los parajes mas afamados y espectaculares de la sierra de Guara. A posteriori, tras echar una ojeada al mapa en un descanso de la ruta, comprobé la existencia de un molino, el de Letosa, sito un poco mas abajo del vadeo del barranco y quizás de visita interesante. Queda para otra vez. Después de cruzar el Mascún, también llamado en su curso alto barranco de San Hipólito, sale un desvío señalizado hacia Rodellar que se aproxima al rincón extraordinario del Saltador de las Lañas.

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Un trecho corto y ya estamos junto al despoblado de Letosa, cerca de una alameda y a la derecha de la pista. Su ubicación en el fondo del valle difiere mucho de la airosa de Bagüeste, en un entorno rodeado de pinar y con pinta de friolero. Las pocas casas se distribuyen juntas formando una hilera donde aguantan los tejados de losas, y al derrumbarse parte de las fachadas, surge la ocasión de comprobar cómo se edificaba su interior con un armazón de maderos y mampostería bien elaborado. Un museo de etnografía al aire libre.

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Habrá que proseguir un rato mas por la pista, dejando los letreros de entrada al pueblo hasta llegar a una encrucijada de caminos. Es el momento de despedirse del GR-1 que continúa viaje hacia Otín, para tomar el ramal que sale a mano derecha hacia el Norte. Aquel día un poste indicador marcaba el trazado del GR, mientras en nuestra dirección había una señal de aspa sobre un tronco para señalizar que abandonamos la ruta marcada.

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El ramal tomado mantiene una tendencia llana o en ligera subida a través del pinar y de zinglos o estratos horizontales de roca. Mas adelante pasaremos junto a la fuente de Letosa, a la que vierte de agua el cercano torrente de San Lázaro. Me sorprendió gratamente ver a este barranco con un caudal importante a pesar de la sequía de los últimos meses, señal de que en San Hipólito, ya visible en la ladera situada en frente, tenían suministro permanente para abastecimiento humano y agrícola. La pista cruza el torrente y después de trazar una curva cerrada llega a la entrada del pueblo.

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Un panel aporta datos históricos sobre la aldea de San Póliz o San Hipólito, junto a un indicador del camino hacia Alastrué que se adentra entre las casas y permite ver la ruina y el abandono de las mismas.

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Mientras me dirigía resuelto a conocer la iglesia del pueblo, percibí un olor nauseabundo y putrefacto que invadía todos los rincones de las casas a medio derrumbarse, y a fuerza de curiosear entre las ruinas encontré su origen. Unas vacas en descomposición se consumían en el interior de una borda abierta. Semejante cuadro aumento si cabe la sensación de muerte y abandono, y la visita al pueblo duró apenas un instante.

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De nuevo al aire libre y sano de la pista, ésta llega enseguida a un cruce señalizado. Recto espera un largo tramo hasta las casas de Albás, y nuestro recorrido tuerce a la derecha en dirección a Las Bellostas-Bagüeste.

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El recién nacido Mascún, llamado por estos lares barranco de San Hipólito, intercepa a la pista que continúa abierta entre el pinar. En fin de semana de temporada de caza será normal dar con alguna batida por el entorno de barrancos, con los todoterreno yendo y viniendo en pos del escurridizo jabalí.

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La fatiga de andar largo rato por la pista se ve por fortuna alterada por la aparición de los quejigos centenarios. Hay un recorrido señalizado con dos bucles circulares en torno a la pista, por una senda balizada con pinturas verdes y tablillas numeradas para cada árbol singular.

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Quien sus escribe no completó el recorrido íntegro de los quejigos, sólo me interné un rato por el sendero a fin de admirar alguno de estos ejemplares añosos y de gran porte. Por sí misma, la ruta de una hora y cuarto de duración, merece el viaje hasta las Bellostas con objeto de pasear entre árboles tan majestuosos.

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Tanto podemos ir por el camino balizado de pinturas verdes, mas entretenido, como por la pista que deja un ramal hacia Bagüeste. Al llegar a la altura del panel descriptivo de la ruta por el quejigal, aun bajé a dar un voltio a fin de conocer mas individuos formidables de esta especie que sin duda se adapta mejor a las condiciones del terreno que el pino de repoblación.

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Poca historia tiene el siguiente tramo hasta descender de nuevo a la orilla del río Balcés, dejando el sendero-atajo que habíamos visto a la entrada en Bagüeste, viendo a la pardina de Montalbán destacar sobre un vasto paisaje asilvestrado, y con ganas de acabar con las amplias lazadas que realiza la pista.

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Una cadena de cierre y varias señales prohíben la circulación de vehículos no autorizados por la pista, al menos hasta el puente que salva las aguas del Balcés, donde este día había aparcado un coche de matrícula francesa con portabicis en la trasera; la zona da juego para hacer circuitos en Btt y los franceses sienten predilección por los territorios salvajes y despoblados como éste de Guara. En la otra orilla del río, y aguas arriba, debe alzarse un viejo molino que tampoco visité y queda en la lista de tareas pendientes.

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Con idea de evitar el tramo de subida por pista a Las Bellostas, se puede tomar una senda balizada de pinturas verdes que sigue por la orilla derecha del río. Da acceso a alguna poza de baño interesante si aprieta la calor, y en poco más de cinco minutos llega al punto de conexión con el camino usado a la mañana, el del GR-1 por donde esperan cuestas y sudores.

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Fin.
























































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