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Senderismo Foces de Escaletes y Garoneta por klaus -- 09/11/2017
Jornada: (Una) -- (1954 visitas)
Jornada: (Una) -- (1954 visitas)
- Zonas: ,
- Duración sin descansos: 04:30
- Meteorología: Sol
- Dificultad: Muy facil
- Días: 1
- Num. Personas: 1
- Tipo: Senderismo
- Desnivel de subida: 450 metros
- Desnivel de bajada: 450 metros
- Distancia: 15000.0 metros
- Agua:
- Observaciones:
- Gps: Sin fichero GPS
Foces de Escaletes y Garoneta
Excursión circular por el entorno de la estación y pueblo de La Peña, con idea de visitar dos de las foces mas atractivas del prepirineo oscense. Escaletes y Garoneta son dos tajos abiertos en las rayas de la sierra, pasos angostos por los que se cuelan torrentes y caminos de distinta holgura para cada uno de los dos desfiladeros. Fácil y cómodo será atravesar Escaletes, mas agreste y entretenido cruzar por el estrecho de la Garoneta. Alicientes de un recorrido compuesto en su mayoría por largos tramos de pista que tal vez cansen a mas de uno, donde ver las viejas pardinas que servían tanto de hogar como de lugar de trabajo en mitad del campo. Las obras anejas a la construcción de la línea ferroviaria del Canfranero también añaden un punto de interés a la ruta, pasando junto a andenes rústicos, caminando al lado de las traviesas, y admirando las líneas sencillas y el esplendor geométrico del puente sobre el río Gállego.
DATOS TÉCNICOS:
-inicio, la Peña-Estación a 550 metros de altitud.
-duración, 4:30h en total.
-desnivel, 450 metros de subidas y bajadas.
-distancia, 15 km.
DESCRIPCIÓN:
el punto de inicio hay que situarlo a discreción y al margen de la carretera entre la estación de la Peña y el puente sobre el río Gállego, en el desvío que lleva hacia el pueblo de Rasal. Hay varios lugares para dejar el vehículo, quien sus escribe lo aparcó al comienzo de un viaducto que pasa por encima de la línea del tren. Desde allí se puede tomar la vieja calzada que conduce a las casas de la Garoneta Nueva, cuya existencia dependía del ferrocarril y hoy la decadencia de este medio de locomoción ha llevado al desalojo de este núcleo rural. Prueba de ello está en la garita destartalada del mozo de estación.
Habrá que cruzar la carretera con atención de mirar a los lados para así llegar sanos hasta el puente sobre el río Gállego. Aguas arriba y en paralelo queda el puente de la vía férrea, mas elegante y formado por amplios arcos de piedra. El hoy menguado caudal del Gállego no ofrece una estampa alegre y vistosa, la canal de derivación de aguas procedente de la estación hidroeléctica superior quita al río parte de su fuerza y brío, como le sucede en tantos tramos de su curso con obras similares para menoscabo de su corriente.
Tras cruzar el puente sale una pista a mano derecha que acorta un pelín el trazado del PR. Así es como está balizada la ruta de las Foces, con señales de pintura de pequeño recorrido. Las casas de la Garoneta Vieja se ubican a la orilla del barranco del Garona, muy cerca de su confluencia con el Gállego, y ahora se emplean para cobertizo de enseres y aperos agrícolas. La pista atraviesa el cauce del Garona mediante un puente, justo al lado de la ermita de San Sebastián, edificio sencillo de una nave felizmente restaurado hará unos años.
La pista dibuja un par de lazadas en ascenso y llega al lindero de un campo tan grande que hasta sale con nombre en los mapas, el Saso. En otros años y en los meses de primavera lo he visto con una alfombra verde de cereal muy llamativa y vistosa; hoy el terreno demana de un agua que todavía no llega en el mes de Noviembre. El carril bordea el campo por el lado del río Gallego, con oportunidad de realizar varias asomadas a esa vertiente y contemplar la ribera de prados con el pantano de la Peña al fondo.
En el extremo sur del campo surge un cruce a tener en cuenta para el transcurso de la excursión. El PR actual y señalizado se desvía por la derecha a través de un sendero que escapa de las angosturas de la foz y mas arriba se transformará en carril ancho. Una variante cómoda y segura que aquí desechamos en favor de otra vía mas entretenida. De seguir por el carril que linda con el campo y que traza una curva de 90º, habrá que dar la espalda a la entrada de la Foz durante casi 200 metros de andar en dirección contraria. El sendero de bajada a la brecha de la Foz no estaba marcado aquella mañana, pero se adivina su arranque entre la muralla de vegetación. Insistir en buscarlo si no se encuentra a la primera. Su traza aparece limpia de matorral y en seguida alcanza el corte abierto de la foz.
Comienza la parte más amena y gimnástica de toda la excursión porque su desarrollo requiere de brincos en función del caudal. El camino avanza por el mismo lecho de la Foz, con numerosos vadeos de la corriente que exigen de tiento en los saltos para no esbalizarse. El encanto y lo salvaje de atravesar el desfiladero queda en menos por la existencia de una tubería de captación a todo lo largo de la Garoneta. En los pasos mas comprometidos hay instaladas unas pasarelas de apariencia endeble para salvar las badinas y angosturas, luego por suerte resultan mas estables de lo que presagiaba su aspecto.
En la foto superior se observan una serie de peldaños labrados en la roca con objeto de evitar caídas hacia el lecho del barranco. La vegetación densa de plantas y arbustos decora el interior de la foz pero a veces también estorba en nuestro avance; las orillas del torrente son a tramos impracticables y se hace necesario probar la impermeabilidad de las botas. En caso de encontrar una corriente torrencial y muy fuerte, recordar la alternativa del camino PR balizado que dejamos atrás en la linde del campo. Sería la forma en secano de asegurar el desarrollo de la excursión.
En la parte superior de la foz, al salir del tramo encajonado de paredes, el torrente inunda la traza del camino y embarra el terreno haciendo el avance engorroso. Las conducciones de agua finalizan, o mejor dicho tienen su nacimiento en el muro de un azud que marca la salida definitiva del desfiladero. A partir de ese punto la senda se separa del barranco por una cuesta que abandona las profundidades del tajo y sale a un pasillo entre carrascas.
Desde el momento en que abandonamos la foz hasta alcanzar la llanura de la pardina Casablanca el trayecto marcha en un ascenso constante. La senda empalma con un carril mas ancho que conviene seguir, pues los atajos al mismo se hallan muy cerrados por una vegetación pinchuda de aliagas y zarzas. Vendrán una serie de lazadas que se aproximan a los escarpes horizontales de la Foz de la Garoneta, con vistas al bosque que tapiza las laderas del barranco.
El carril desemboca en los prados de la pardina Casablanca, algo oculta en un altozano y reconvertida ahora en una refugio de cazadores que este día encontré abierto por sorpresa. La puerta tiene su cerradura y dentro guarda una serie provisiones y condimentos para elaborar un sabroso almuerzo campero, antes o después de pegar cuatro tiros en la batida del fin de semana. A lo lejos, en la ladera situada enfrente de la pardina, y durante el resto del trayecto aparecen varios puestos de caza con andamiaje sobre los árboles, señal a tener en cuenta si vamos a realizar la excursión en los meses de temporada cinegética. Por lo demás, la cabaña está mejor equipada que algún apartamento playero donde he veraneado: cocina, chimenea, cadiera...
Al costado del refugio sale una pista que enseguida enlaza con el trazado del PR, en una intersección señalizada con balizas y una tablilla instructiva sobre la pardina. El camino de pequeño recorrido viene de la Raya de Yeste situada delante y lo vamos a seguir durante el próximo tramo.
La pista deja un ramal secundario a mano izquierda mientras se alarga en dirección sur, ofreciendo un paisaje extenso a las laderas del barranco de Escaletes por donde vamos a caminar en breve. Aparecen carteles sobre la recolección de setas en el entorno de estos montes compartidos por Loarre y Riglos, mientras el carril se aproxima a una encrucijada a la que podríamos calificar de maldita por la confusa señalización.
En el cruce de pistas se levanta un poste con la indicación hacia la Foz de Esaletes, con la flecha marcando la continuidad por el ramal en descenso. Sin embargo las pinturas y balizas del PR tuercen por el carril en subida dando oportunidad al despiste. Así sucediome pues no soy mucho de sacar el mapa y persisto en el error hasta casi no haber remedio. Aquel día, por suerte, me percaté rápido de que este ramal de pista marcha al refugio de Santa Marina en la sierra de Loarre, a mucha distancia de la Foz de Escaletes, y desanduve este suplemento tonto añadido a la ruta. El aspa o cruz pintada en una roca nada mas tomar la pista en bajada tampoco ayuda a confirmar el buen rumbo, pero tras un par de lazadas aparece un nuevo pie temático sobre las pardinas, en este caso la de Pequera, situada junto a la orilla del torrente de Escaletes.
La Sierra de Loarre alberga rincones atractivos y dignos de visitar como las foces, pardinas, bosques, cumbres de panorama dilatado, pero también está atravesada por un sinfín de pistas que estropean y molestan en el trayecto de las excursiones; difícil resulta planificar un itinerario sin pisar los dichosos carriles como sucede en esta ocasión al llegar a un nuevo cruce. Nos incorporamos a una pista procedente del entorno de los Mallos de Riglos y que baja de la Collada de Santo Román, debiendo tomarla en dirección a Escaletes como señala el indicador. Ahora proliferan las pinturas, hasta las rojas y blancas del GR-1, mientras se pasa al lado de un depósito de agua y de una fuente por la que hoy manaba un chorro abundante.
Poco que contar del siguiente tramo pistero, salvo que aquella mañana me encontré con varios todoterrenos del ejercito de tierra, supongo que en ejercicios de maniobras o probando la suspensión de los vehículos por las innumerables pistas de la zona.
A la vista del tajo de Escalete, mas espectacular y logrado que el de Garoneta, la pista alcanza una intersección bien señalizada con indicadores. El ramal en subida lleva hacia Riglos pasando junto a la cercana pardina de Escaletes, en ruina galopante, y el carril de la derecha marcha decidido hacia corte de la foz.
Una larga recta conduce bajo las altivas agujas que custodian el paso de la Foz. En una guía antigua de la zona he leído que puede bajarse al lecho del barranco y descender por el mismo, con ayuda de cuerda en algún paso y sobre todo bregando con la vegetación reinante. La pista, a cambio, permite una observación relajada del monumento natural.
De seguro que la manera artificial de atravesar la brecha, por pista, desmerece a la belleza de cantiles verticales de la Foz, como también sucede con las torres y el tendido eléctrico que cruzan por las alturas del desfiladero y afean el espectáculo. En todo caso, el paraje merece arriesgar la torticolis de cuello para alzar la mirada hacia las paredes y agujas de roca, muy del gusto de los buitres.
Si atravesar la Foz de la Garoneta conlleva dosis de esfuerzo y tiempo, el paso por la de Escaletes es rápido y sencillo. En la base de la pared occidental veremos una serie de cuerdas y clavijas que llevan al inicio de las vías de escalada, se ven las fijaciones metidas a lo largo del muro vertical. Nuestra pista tuerce nada mas atravesar la Foz, con paisaje abierto hacia el río Gállego y a la empresa maderera de Eiforsa, y comienza a perder altura en su viaje hacia el pantano de la Peña.
Tras pasar un armatoste de hormigón cuyo sentido ignoro, tal vez sea de extracción petrolífera, atender a un par de mojones de piedras que indican el arranque de un sendero. La ruta balizada de las foces no entra por este camino y sigue el trazado de la pista, dando una vuelta larga hasta alcanzar el puente ferroviario sobre el río Gállego. Mediante el atajo vamos a acortar ese tramo hasta el puente, con la oportunidad de evitar el tedio de andar por carriles que llevamos un rato padeciendo. La senda desciende rauda por un bosquete de encinas y quejigos hasta empalmar con una pista inferior.
Al enlazar con la nueva pista, tras cruzar un canal de aguas, lo acertado sería torcer a la derecha y en el siguiente cruce tomar el ramal de la izquierda. Servidor tiró por la calle de en medio, a través del lindero de los campos que permiten avanzar sin obstáculos hasta llegar al carril mencionado. Al final se trata de acceder a la línea del tren justo al lado del hermoso puente de hierro.
El sabor añejo a herrumbre industrial le da un encanto particular al puente, junto a la perfecta geometría de su estructura que da juego para tomar fotos en perspectiva. En dirección opuesta al río Gállego y al puente, habrá que andar un rato al lado del raíl hasta dar con la manera de librar el matorral y enlazar con la pista paralela.
Ya en la pista vuelven a asomar las señales del recorrido circular a las foces, a la vez que cruzamos el río por el puente peatonal que regala vistas al curso del río Gállego. Si por ventura en este momento cruzará el tren por el puente metálico sería la repanocha y el mejor colofón para terminar la ruta.
En la parte final del recorrido entramos en el pueblo de la Peña, tranquilo y no del todo dormido por la vida que le da la actividad de la industria cercana. Junto a la vieja estación y su apeadero, con paneles de información sobre las rutas que salen del pueblo, habrá que salir a la poco transitada carretera a fin de caminar el último trecho por el asfalto y así retornar al coche.