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Senderismo De Rodellar al Saltador de las Lañas por klaus -- 01/03/2017
Jornada: (Una) -- (2751 visitas)
Jornada: (Una) -- (2751 visitas)
- Zonas: ,
- Duración sin descansos: 07:00
- Meteorología: Sol
- Dificultad: Facil
- Días: 1
- Num. Personas: 1
- Tipo: Senderismo
- Desnivel de subida: 800 metros
- Desnivel de bajada: 800 metros
- Distancia: 21000.0 metros
- Agua:
- Observaciones:
- Gps: Sin fichero GPS
De Rodellar al Saltador de las Lañas
La vuelta al barranco del Mascún es una excursión circular, larga, vistosa, y emocionante, que discurre por las partes altas del cañón y supone la mejor forma de conocer esta maravilla de Guara sin vestir un traje de neopreno. La ruta de puede dividir en dos partes con un destino común, dos caminos que avanzan por cada una de las márgenes del barranco para juntarse en un rincón singular, en las cascadas del Saltador de las Lañas. El trayecto por la margen derecha del río, pasando por el pueblo deshabitado de Otín, se interna al comienzo por dentro del barranco y después regala al caminante con un sinfín de postales al laberinto de agujas y precipicios del Mascún. Un camino que termina en una cornisa estrecha y larga, de vista aérea, conocida como las fajas del Raisén, que depara momentos para quedarse petrificado ante las belleza que nos rodea. Por la otra orilla, la izquierda orográfica del Mascún, la senda transita por la ladera conocida con el nombre de Paniebla, o Pallebla según el término usado por los habitantes del lugar. Al principio atraviesa el barrio de Cheto, y aluego marcha cruzando numerosos barrancos o afluentes laterales del Mascún, en un trazado que discurre alejado del tajo del cañón, entre bosque de carrascas y antiguos campos en desuso. No tiene la espectacularidad de la otra margen, salvo en el tramo final cuando se mete por la repisa del sendero de las Zinglas, a punto ya de alcanzar la cascada del Saltador de las Lañas, pero a cambio ofrece una serie de miradores naturales al abismo del Cañón con sólo desviarse un poco del camino principal.
El desarrollo de los caminos favorece e invita a realizar la excursión en plan circular, yendo por una margen y volviendo por la opuesta. En cuanto a desniveles, duración, y distancia, las dos alternativas son muy semejantes, tal vez sea un pelín mas larga la que marcha por Pallebla. Precisamente, aquí sólo se describe esta parte, el recorrido por la ladera de Pallebla, con ánimo de conocer mejor los vericuetos este lado del barranco y visitar todos los balcones accesibles que salgan al paso. Quien tenga interés, y debería de tenerlo, por descubrir los alicientes de la otra orilla, le animo a leer una reseña muy bien presentada, de prosa elocuente y adornada con hermosas fotografías, obra de un apuesto y joven aventurero: De Rodellar al Saltador de las Lañas por Otín
DATOS TÉCNICOS:
-inicio, en Rodellar a 750 metros de altitud.
-duración, de 6:30h a 7h en total.
-desnivel, cifra complicada de acertar ante las subidas y bajadas constantes del sendero, los aparatos de tecnología apuntan a números elevados pero también se vuelven locos en las angosturas del barranco; a boleo, serán unos 800 metros de desnivel acumulado.
-distancia, en torno a los 21 kilómetros.
DESCRIPCIÓN:
a la entrada de Rodellar hay estrechos aparcamientos donde dejar el auto; cuidado con no rozar los pivotes. Delante del bar de Florentino, donde saciaremos la sed a nuestra vuelta, un poste indica el camino de subida al barrio de Cheto, cuyas casas son visibles entre el bosque de carrascas. La senda pasa junto a una vivienda de turismo rural muy aparente, y baja a cruzar el arroyo de la Honguera. Al otro lado aparecen indicadores hacia los pozos de nieve de Bagueste, uno de los posibles destinos que surgen en el transcurso del recorrido.
La subida a Cheto es una ricura de paseo, con los tapiales de piedras flanqueando el camino, muros de piedra seca de gran altura y con el piso superior de lajas verticales, bajo la umbría fresca de las encinas, olivos de tronco añoso, asomando la iglesia de Rodellar entre el follaje del arbolado...
Al llegar a Cheto sale un desvío señalizado a la cercana ermita de San Lorenzo. De la antigua aldea permanecen en buen estado varias casas en las que se intuye el cuidado y esmero que ponen sus dueños en conservarlas. Incluso han instalado una distinguida antena con la que se debe pillar los partidos de la Bundesliga. Las demás edificaciones sirven de almacén para guardar trastes y aperos de labranza. Buen paisaje del Cabezo de Guara y del Tozal de las Gleras.
A la salida de Cheto, otro cartel marca el rumbo hacia Bagueste y la ermita de la Virgen del Castillo. El trazado vuelve a estar limitado por tapiales que adornan y dan esplendor al camino. Enseguida aparece el indicador de la senda al fornocal, a un horno de cal, pero nuestro trayecto prosigue en ligera subida y entre viejos corrales invadidos por el matorral.
Durante el transcurso de la excursión, todos los posibles cruces se hallan indicados con sus respectivas señales, a fin de resolver dudas y aumentar las alternativas de esparcimiento. Así ocurre con un primer desvío a las alturas de la cresta de Balced, recorrido a apuntar para una futura salida, y el siguiente que marcha hacia la escondida ermita de la Virgen del Castillo. Adivinar la ubicación del edificio, por desgracia en actual estado ruinoso, con la techumbre desmoronada, es un ejercicio visual mas gratificante que el de encontrar a Wally.
El camino se orienta hacia el barranco de la Virgen, el primero de los muchos que se vadean durante la jornada. Sorprende la escasez de agua para un barranco de dimensiones tan grandes, con laderas surcadas por gleras de piedra suelta que con tanta facilidad atraviesan las cabras asilvestradas, moradores habituales de la zona. La senda pasa bajo un estrato rocoso, deja atrás un quejigo solitario, y en ligera bajada se dirige a cruzar el torrente seco del barranco.
Tras cambiar de orilla. Viene un tramo de fuerte subida a fin de superar la ladera del barranco de la Virgen. Unas rampas inclinadas que a base de cortas eses consiguen sortear los escarpes de roca que parecen cortar el paso. La vegetación de sabina, enebro, y bojes, no molesta para tener una visión clara de la foz o estrecho que forma el barranco en su parte superior.
La senda aminora su pendiente de subida tras abandonar la cuenca del barranco de la Virgen. La traza marca una diagonal a media ladera, de suelo pedregoso y entre matorral bajo, para disfrutar a gusto con el paisaje que descubre a lo primero la torre de la iglesia de Rodellar, y conforme se avanza el amplio valle del Alcanadre con su ribera campos verdes
En plena subida y después de remontar una breve cuesta pedregosa, se alcanza el borde de un promontorio o cornisa sobre el barranco de Mascún. Con sólo desviarnos un poco a la izquierda del camino, la asomada brinda la primera de las oportunidades de contemplar el barranco en toda su grandeza. Luego vendrán más miradores naturales que constituyen el mayor aliciente del recorrido; ninguno de ellos deja de impactar al espectador.
Un paisaje atractivo y subyugante del que cuesta apartar la mirada, pero el camino prosigue ahora en suave llaneo, atravesando una zona de antiguas eras o campos, bajo el monte del Turuezo. Una corta bajada nos lleva una especie de collado donde la senda tuerce a la izquierda.
Sigue la tendencia en bajada, con mayor presencia del pino carrasco al estar mas abrigada esta parte de la ladera de Pallebla. Al costado se deja una cabaña pastoril en ruina, mientras nos acercamos al siguiente barranco lateral que nuestro sendero cruzará.
Llega el momento de atravesar el barranco de la Glera, de nombre apropiado porque en vez de agua lleva piedras. Una torrentera inclinada de roca suelta del que se desvía el sendero a los pozos de nieve de Bagueste. Así lo indica una señal de madera con otra flecha en dirección al pueblo de Letosa. Por allí continuamos, en un corto tramo de descenso a través de la glera, aprovechando para deslizarnos con facilidad por la pendiente de piedra suelta. Un nuevo poste anima a salir del pedregal y continuar por la otra orilla.
La senda se interna en un encinar denso y sombrío, con los troncos de los árboles muy apretados, formando un bosque cerrado por el que subimos a base de cortas lazadas. Antes de salir otra vez a terreno abierto, abandonando la protección de las carrascas, conviene echar la mirara atrás para observar la canal árida y descarnada del barranco de la Glera, cuya blancura contrasta con el verdor de la ladera.
A la salida del carrascal se llega a otro viejo prado o fenal, el de casa Cebollero, donde hará unos años perdí el rastro de la senda y tuve que dar marcha atrás con dolor de mi corazón. Ahora el camino se encuentra en perfecto estado para su buen seguimiento, limpio de matorral como se comprueba por el desbroce de los arbustos, y con mojones de piedras para no errar en el rumbo. Un recta sin apenas pendiente, de nuevo entre la grata compañía de las encinas, nos lleva a atravesar un portillo natural situado justo delante, a la derecha de unas peñas que se antojan como otro balcón excepcional a los abismos del Mascún.
El saliente rocoso que se descuelga a la izquierda del colladete, resulta demasiado tentador como para no desviarse del camino. De hecho, una tenue senda baja entre el matorral, incluso asoman mojones de piedras, para enseguida acceder a los cantiles verticales que muestran otra vez el tajo descomunal del Mascún.
Estos salientes sobre el vacío del Mascún son lugares propicios para realizar un descanso en el recorrido, paradas de repós y contemplación en las que tomar un pequeño refrigerio. De vuelta al camino, toca bordear el siguiente barranco, el de los Fornazos, de nuevo con su cauce seco y con los tramos de subida y descenso correspondientes. Unas viejas pinturas de color rojizo marcan el rumbo del sendero, cuya traza resulta evidente y sin desvíos de mención. Las Tres Sorores despuntan en el horizonte.
El siguiente collado entre barrancos lo ocupan las viejas construcciones del Campo a Ruba, restos de lo que fueran cabañas y muretes de piedra para delimitar las terrazas de cultivo, en el poco espacio libre que deja el matorral de Paniebla. Por debajo de las hileras de tapiales, sin ganar todavía el colladete, retazos de senda descienden en busca de una proa herbosa que supone tal vez el mejor balcón al Mascún de todo el recorrido. Su visita es inexcusable.
La terraza herbosa del fenal de Ruba, por lo visto muy querida por las cabras, se ubica en un saliente que se precipita al vacío del Mascún, en un punto intermedio de su recorrido, lo que la convierte en un mirador excepcional a toda la longitud del barranco. Desde aquí se divisa la geografía y proporciones del cañón, casi de un extremo al otro de su discurrir, en un pasillo de relieves esculpidos a lo vertical, con pináculos, agujas, y oquedades inverosímiles.
Al otro lado del barranco, justo enfrente y la misma altura, sobresale un recodo de la marcada senda de Peñas Altas, cuya traza se distingue con claridad desde nuestra ubicación en el Fenal de Ruba. Una balconada de excepción: toda la vertiente opuesta que recorren las fajas del Raisén de un vistazo.
De regreso al collado de las ruinas del Campo a Ruba, todavía queda por delante un largo recorrido en el que atravesar dos barrancos laterales, con sus sube y baja respectivos. Son los de Cochás y Chiral, sin agua en ambos cruces, por una senda que se retuerce bajo la amable sombra de las carrascas. En el tramo comprendido entre los dos barrancos, sale un desvío señalizado hacia las alturas de la ermita de Santa Marina, una trocha amplia que se dirige al templo, formidable mirador en este caso hacia el Cañon del Balced.
Tras el cruce del barranco de Chiral, o de la Cañada como rezan algunos mapas, el sendero acomete una cuesta hacia la loma donde se asientan los corrales de Letosa. La ruina hace mella en la fachada de las cabañas, y muestra el abandono de esta forma de explotar el campo y vivir en él que tal vez nunca volverá. La senda aprovecha una de las terrazas escalonadas para contornear el montículo rocoso, pasando entre los dos grupos de construcciones.
Rebasados los corrales de Letosa, el camino se orienta al norte y afronta el tramo final de descenso hasta la cascada del Saltador de las Lañas. Una bajada constante y cada vez mas pronunciada nos meterá de lleno en las profundidades del barranco. Antes saldrá el desvío señalizado hacia el pueblo de Letosa, en el que otra flecha indica nuestra dirección hacia el Mascún. Desde esta ladera se contempla la torre de la iglesia de Bagueste, encaramada sobre un altozano que la hace destacar sobre el horizonte de montañas.
Basta con desviarse un poco hacia la izquierda del camino, metros después del cruce de Letosa, para obtener otra panorámica hacia la inmensidad del cañón. Otro de los miradores distinguidos a la angosturas del Mascún cuyo paisaje no cabe en una sola fotografía, e invita a sacar dos tomas encadenadas para luego juntarlas en casa con alguno de los programas informáticos que amplían el angular de nuestra cámara. De este método me sirvo para mostrar, en la medida de lo posible, porque ninguna foto podrá emular las sensaciones de lo real, la amplitud de todo lo que llega a abarcar la mirada desde estos balcones privilegiados. Por suerte la emoción del instante no hay forma de transmitirla y es necesario acudir allí en persona.
La vista al paso encajonado que horada el Mascún y salta mediante un tramo de cascadas, con una badina azul turquesa incrustada como si fuera una gema, merece una contemplación reposada y tranquila. No tenemos la suerte de observar este paisaje todos los días, como hacen los buitres al despertar en sus nidos; por mucha imaginación que tengamos, la sucursal bancaria y el cruce con semáforo de debajo de nuestra casa no se parece en nada a esto.
El sendero en su descenso se aproxima a las paredes que van estrechando la holgura del barranco. Bajo las yedras que trepan por los escarpes, la vegetación rupícola que se adhiere a la mínima fisura, la marcha se vuelve más agreste por la fuerte bajada, y selvática por la fronda de las encinas.
Y así desembocamos en el principio del sendero de las Zinglas, una faja colgada sobra la pared inferior del acantilado que resulta vistosa a su paso, y atractiva vista desde fuera. De anchura suficiente para disfrutar con seguridad de un paisaje que se encajona por momentos, alejado de los grandes horizontes y espacios abiertos que se contemplaban desde las alturas de Pallebla, ahora las paredes se van cerrando hasta formar una angostura por la que sólo cabe la estela de una cascada...y algún barranquista haciendo rapel, que a todo llega el hombre.
El anfiteatro de la cascada permanece en sombra la mayor parte del invierno, y según cuentan, porque quien sus escribe jamás ha tenido la suerte de verla así, se llega a congelar si acontecen días seguidos de mucho frío. El Saltador de las Lañas forma una badina circular a sus pies, con un volumen de agua suficiente para el chapuzón en verano, aunque la zambullida dependerá del caudal variable del Mascún, y en épocas de estiaje es normal ver el salto sin gota de agua o con sólo un hilillo.
El destino final de la excursión ha sido alcanzado, pero todavía resta el largo camino de vuelta a Rodellar. Si no tenemos la suerte de vivir cerca del barranco de Mascún, en Huesca y alrededores, la propuesta de regresar por las fajas de Raisén y el pueblo de Otín es de obligado cumplimiento. Indispensable, por toda la belleza que muestra y la oportunidad de ver los abismos del Cañón desde otra perspectiva, la del otro lado. Este día, servidor de ustedes retornó por el mismo camino de la ida, por la ladera de Pallebla, a fin de deleitar la vista con una segunda ronda de miradores, y ya de paso reconocer el terreno para una futura circular, o una, o dos, o tres, cuatro, cinco, seis...