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Senderismo Bonansa y sus ermitas, más Pegá por klaus -- 25/10/2016
Jornada: (Una) --
(3764 visitas)
  • Zonas: ,
  • Duración sin descansos: 05:00
  • Meteorología: Sol
  • Dificultad: Muy facil
  • Días: 1
  • Num. Personas: 1
  • Tipo: Senderismo
  • Desnivel de subida: 500 metros
  • Desnivel de bajada: 500 metros
  • Distancia: 16000.0 metros
  • Agua:
  • Observaciones:
  • Gps: Sin fichero GPS


Bonansa y sus ermitas, más Pegá  
Croquis Sui Generis
Croquis Sui Generis
Propuesta de excursión con salida en el pueblo de Bonansa que combina dos rutas de gran interés paisajístico y cultural, a saber, la ruta de las ermitas y el paseo ornitológico por el bosque de Pegá. La posibilidad de combinar ambos recorridos en uno resulta evidente al observar un mapa de la zona, al juntarse en el puerto de Bonansa el trayecto circular de las ermitas y el inicio de la pista que se adentra en el bosque. Todos los caminos están bien señalizados, incluyendo los numerosos cruces, a fin de disfrutar con las bellezas de esta zona de la Ribagorza oscense: pinares, hayedos, templos con 1000 años de vida, miradores...

DATOS TÉCNICOS:
-inicio, Bonansa a 1250 metros de altitud.
-duración, de 4:30 a 5 horas en total.
-desnivel, 500 metros de subidas y bajadas.

DESCRIPCIÓN:
se puede aparcar en el centro del pueblo, en la plaza. Los habitantes de Bonansa viven principalmente de la ganadería, como se comprueba al observar las numerosas explotaciones que se ubican a las afueras de la localidad. Otra fuente de ingresos para los vecinos, ya sean antiguos o nuevos residentes, es la oferta de alojamientos rurales de cara al turismo vacacional, con hoteles de diseño rústico y alto estanding que dejan temblando la tarjeta de crédito, y casas rurales de exterior muy cuidado. Todo muy mono. Hay mucho cartel informando de las posibles rutas a realizar por el entorno, como la nuestra y otras que conviene apuntar para futuras ocasiones. El Otoño ya decora el bosque con su paleta de colores cálidos, y el trayecto por la carretera a través del Congosto de Obarra es un espectáculo, de inevitables paradas para sacar fotos.

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El comienzo de la ruta sube desde el pueblo a la ermita de San Aventín, siguiendo los indicadores del camino de Fallas del Pirineo, pero cometí el error que viene siendo habitual en las últimas excursiones de arrancar por el sitio equivocado. Me dirigí primero a la ermita de San Roque, saliendo del pueblo por la carretera que va a Bibiles, para luego ascender por el camino balizado hasta la de San Aventín. Mejor ir directos hasta esta última para no dar tanto rodeo.

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El primer punto de interés de la ruta lo constituye uno de los templos románicos mas antiguos de la provincia oscense. La ermita de San Aventín data su origen en el siglo XI, como la iglesia de San Juan y Pablo de Tella, con la que comparte influencias de época visigótica, de arquitectura sencilla y arcaica, antes de que los maestros de la Lombardía trajeran sus florituras y adornos para decorar el exterior de estos templos. San Aventín se ubica en lo alto de un cerro, encima del pueblo, con grandes vistas del entorno. Hay un merendero instalado junto al templo, en cuya fachada llama la atención la rojez de la piedra caliza empleada en la mampostería, además de la argamasa naranja que compacta los bloques, y que según se indica en los paneles de información adjuntos se extraía de unas minas cercanas.

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Como sucede con el resto de ermitas de la excursión, el interior de San Aventín es accesible sin necesidad de llave, con un par de bancos de madera y el altar como únicos adornos. El PRHU-214 de nuestro recorrido, abandona el altozano de la ermita por el lado del merendero, indicado con balizas de madera y marcas de pintura.

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En la bajada hacia la ermita de San Roque, se conecta con una pista de tierra que el camino abandona mas adelante para acceder al templo. De similar construcción a la iglesia de San Aventín pero de mayor tamaño, ya que al altar original se le añadieron dos capillas laterales.

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Un poste indica la hora de trayecto que resta para llegar a las siguientes ermitas del recorrido, la de Santa Lucía y San Salvador. Se cruzará la carretera haciendo caso a las señales del PR, por una pista de tierra en subida que tiene un primer y corto atajo. Paisaje diáfano al pueblo de Bonansa y a las iglesias visitadas.

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El carril toma altura de manera constante pasando entre los campos de labor del pueblo. El cielo permaneció encapotado durante todo el día, una molestia que impidió tener una panorama despejado de las montañas del entorno. Un breve alcorce entre el bosque, donde asomaban las primeras setas de la temporada, nos devuelve a la pista que avanza entre pinos de alto fuste.

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Otro atajo a la pista nos mete por dentro de un pinar de troncos apretados, con la base llena de líquenes y rebosantes de la humedad generada por las últimas lluvias.

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Las abundantes marcas de pintura salen del arbolado a un terreno mas despejado, entre grandes matas de boj y siempre en ascenso hasta un cruce señalizado.

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Según indica el poste, primero iremos a la cercana ermita de San Salvador, por un carril ancho que atraviesa un claro del bosque. Ya asoman en la copa de los pinos las pelusas blancas de la procesionaria de este año.

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Una cuesta lleva a la entrada del templo románico, con un interior accesible de nave única y con la bóveda del altar decorada con extrañas pinturas de origen moderno. Su fachada de mampostería sin adornos y el tejado de losas crean unas líneas sencillas que armonizan bien con la austeridad del entorno. Su emplazamiento quizás sea mejor al de sus compañeras, al menos por el amplio panorama que se contempla desde el mirador aledaño, con un montón de aldeas desperdigadas en la falda de los valles de Castanesa y Barrabes. Pena de nubes.

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Tras la visita a la ermita y mirador de San Salvador, se vuelve al cruce anterior para continuar la marcha por la pista de tierra. En breve se alcanza otra bifurcación señalizada donde tomamos el ramal de subida a la ermita de Santa Lucía, mientras se deja el otro carril para el regreso al puerto de Bonansa. Como se puede comprobar todo el recorrido está sobradamente indicado, así ocurre en el siguiente desvío hacia la iglesia de Santa Lucía.

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La ermita de Santa Lucía carece del encanto de las anteriores, en especial por su cubierta de tejas y ser de construcción más moderna, del siglo XVI. También se ha instalado un mirador junto al edificio, que lleva por nombre el de una montaña emblemática de la zona y del pirineo oscense, el Turbón, oculta este día por el manto de nubes.

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Del paisaje destaca el emplazamiento del pueblo de Alins, situado en un altozano de bancales y espuenas bajo los escarpes de varias peñas. Si deseamos tener una visión más airosa y agradecida que la del propio mirador, se recomienda bajar un poco por la ladera de bojes y erizón, sin camino pero con la dirección clara hacia un saliente rocoso que se intuye balcón extraordinario a esta parte del valle de Isábena. El bosque de Pegá, que mas tarde visitaremos, se ofrece delante de nuestra mirada en todo su esplendor otoñal, al menos así lucía esta mañana.

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El interior de la ermita se muestra más interesante que la reforma efectuada en el exterior, porque el edificio por dentro se halla pegado a la falda de la montaña y alberga la curiosidad de un pequeño aljibe que recoge el agua de una fuente subterránea. Una verja metálica protege la figura de la virgen en un altar moderno.

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Vuelta atrás para seguir las indicaciones hacia el puerto de Bonansa, por una pista en bajada que pronto abandonamos por un sendero que parte a la derecha.

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La senda cruza por en medio de una zona prados de buena vista hacia el Turbón, a Alins, y al bosque de Pegá, conocida con el nombre de Es Plans. Unas campas de hierba muy agradables de las que sale un corto desvío a una nueva atracción de la ruta, la roca de las nueve Cadollas. Un panel informa sobre las leyendas atribuidas a este lugar al que acudían las encantarias, hadas jóvenes de cuerpo agraciado que lavaban su ropa en los cuencos de agua abiertos en la roca. Hoy se daban las condiciones para sorprenderlas restregando sus prendas en las cadollas del zaborro, pero lloré con amargura al no verlas durante el tiempo que emplee en engullir varias rodajas de longaniza.

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El PR sale de la zona de prados gracias a un sendero estrecho de suelo pedregoso, en bajada, y con unas vistas elocuentes de la belleza que regala el paisaje.

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Tras una larga recta, el camino tuerce a la izquierda y se dirige a la fronda del pinar, no sin antes ofrecer otras postales al colorido bosque de Pegá, custodiado por las esbeltas Peñas de Alins.

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Un descenso paulatino y umbrío, flanqueado de bojes y pinos, nos lleva hasta la planicie del Alto de Bonansa por donde cruza la carretera. Al otro lado de la misma se halla el aparcamiento habilitado en el comienzo de la ruta al bosque de Pegá.

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Quien sus escribe dejó para la vuelta el camino adaptado para gente invidente, y seguí un rato a la vera de la carretera hasta el inicio de la pista que se interna en el pinar. Varios carteles informan sobre distintos aspectos de la ruta.

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El carril pronto cruza el trazado del GR-15, el sendero que atraviesa todo el prepirineo, en esta ocasión en el tramo comprendido entre Bonansa y San Feliu de Veri. Un panel informa sobre las distintas aves que es posible observar durante el recorrido por el bosque.

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Esta parte de la excursión discurre siempre por la pista hasta alcanzar la borda y mirador de Ansuilo. Una subida ligera y constante por un bosque donde los pinos dejan su lugar a especies de hoja caduca, como el haya, serbal, tilo, sauce, con sus hojas teñidas este día por los colores del Otoño.

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Durante el trayecto pistero se pasa junto a una fuente señalizada, la de Comas, y un poco mas adelante al lado de un refugio bien integrado en el entorno forestal, el de Pegá, con merendero de piedra, de acceso libre a un interior limpio aunque descuidado.

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Se avanza en clara dirección oeste, con alguna pequeña curva para bordear las torrenteras que se descuelgan por la ladera. La umbría resulta acogedora y el follaje del arbolado resguarda en caso de mal tiempo, haciendo llevadera la subida por la pista. En un anchura grande del carril se dejará un ramal a mano izquierda que asciende hacia el Castell de Pegá.

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Resta un corto trecho para llegar a la borda de Ansuilo, en estado ruinoso y situada en un colladete que anuncia grandes vistas. Un poste indicador señala en dirección al cercano mirador donde termina nuestra incursión por el bosque de Pegá.

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En el mirador de Ansuilo, y ya van unos cuantos desde el inicio de la excursión, se ha instalado otro panel descriptivo para una mejor identificación de los puntos relevantes del paisaje. Pero además pone a disposición del visitante unos binoculares de pie como los que se encuentran en los miradores de una ciudad, y de forma gratuita porque no hace falta introducir monedas por la ranura para que funcione. Un lujo.

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Estamos en la vertical del Congosto de Obarra y para tener una vista aérea de toda su longitud, conviene bajar unos metros por una trocha que sale cerca del mirador, y asomarse con cuidado al saliente rocoso sobre el precipicio.

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Buen lugar para el almuerzo y relajo, aunque pasado el tiempo, toca retroceder por la pista hasta el cruce con el GR-15. La pasarela de gravilla adaptada para silla de ruedas, de tomarla hacia la izquierda, llega en apenas un minuto al último balcón de la jornada, el mirador del Isábena. Una terraza de madera muy cuca que supone otra oportunidad para recrear la mirada con el bosque otoñal, y para fijarse en la airosa peña que vigila al pueblo de Alins, el Tusal de la Font.

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El regreso a Bonansa se realiza siguiendo el trazado del GR-15, muy bien señalizado y en primer lugar a través del paseo acondicionado con mesas y bancos de madera, y unas tablillas originales para sentir el bosque sin necesidad de verlo.

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Las balizas y pinturas del GR avanzan en paralelo a la carretera del puerto, cruzando una pradera de hierba y dejando a la derecha una planta de transformación de áridos. Mas adelante el GR-15 abandona el puerto y su carretera por un senda en claro descenso.

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La línea del tendido eléctrico afea un pelín esta parte final de la excursión, a la vista del pueblo de Bonansa y pasando junto campos de pasto y naves ganaderas. Un pasillo estrecho entre tapiales amusgados y muralla de vegetación, nos deja en la pista de entrada al pueblo por la zona de la fuente vieja y las nuevas piscinas.

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